Aunque
Darwin ya advirtiera de la utilidad de manejar las emociones para el
desarrollo y la supervivencia del ser humano, no fue hasta el año 1990
cuando los investigadores Peter Salovey y Jack Mayer sacaran a la luz la definición de lo que hoy conocemos como Inteligencia emocional, un concepto que el periodista y psicólogo Daniel Goleman popularizó seis años más tarde con su best-seller
titulado con el mismo nombre. Desde entonces han sido numerosas las
investigaciones centradas en este nuevo ámbito de la psicología social,
en el que no sólo se ha descubierto que la Inteligencia emocional puede llegar a aportar hasta el 80% de éxito de la vida personal y profesional de una persona, sino que el Cociente Intelectual no es nadie a su lado.
Hasta hace relativamente poco, se le daba más importancia a
las competencias intelectuales académicas y especialmente al C.I., pero
ahora algunos psicólogos han tomado conciencia del error y han
propuesto una nueva vía centrada en una conexión directa entre el éxito
profesional y la Inteligencia Emocional.
Es obvio que tanto la inteligencia clásica como la IE son esenciales en
la vida personal, escolar y profesional, pero se encuentran en niveles
diferentes. El hecho de tener un C.I. alto no significa que uno tenga
mayor éxito en la vida, muchas personas que disponen de un alto C.I.
pueden llegar a considerar que tienen menos necesidad de hacer esfuerzos
en las relaciones humanas y hundirse en los peligros pasionales y en
los impulsos incontrolables, lo que constituye una gran desventaja para
su vida personal y profesional.
Ya
en los años setenta, algunos psicólogos hablaban de la interacción
entre la emoción y el pensamiento, centrándose en el efecto de la
depresión sobre la memoria o la percepción de la emoción en las
expresiones faciales. Veinte años más tarde el término Inteligencia Emocional
se define como la capacidad de percibir e identificar nuestras propias
emociones, detectar las de las otras personas y saber gestionarlas
correctamente para obtener relaciones existosas con nosotros mismos y en
general con nuestro entorno.
Pero, ¿es la inteligencia emocional realmente la clave del éxito?. Existen dos teorías al respecto: la primera, defendida por D. Goleman y R. Bar-On que, consideran que la IE es un conjunto de rasgos de personalidad y aspectos de nuestro comportamiento y, en definitiva incluye todo lo que no queda contemplado en la inteligencia académica, como el control del impulso, la auto-motivación o las relaciones sociales. La segunda, apoyada por otros investigadores como P. Salovey, J. Mayer o D. Caruso y definida como el conjunto de habilidades que permiten el correcto uso de nuestras emociones, es decir, saber percibir, asimilar, comprender y regular nuestras propias emociones y las de los demás, para crecer emocional e intelectualmente. Algunos estudios llevados a cabo en EE.UU y basados en esta teoría, han demostrado que los estudiantes con más IE son más sanos, tienen menos ansiedad social, mejor autoestima, son capaces de solucionar sus problemas y en definitiva gozan de mayor éxito interpersonal.
Pero, ¿es la inteligencia emocional realmente la clave del éxito?. Existen dos teorías al respecto: la primera, defendida por D. Goleman y R. Bar-On que, consideran que la IE es un conjunto de rasgos de personalidad y aspectos de nuestro comportamiento y, en definitiva incluye todo lo que no queda contemplado en la inteligencia académica, como el control del impulso, la auto-motivación o las relaciones sociales. La segunda, apoyada por otros investigadores como P. Salovey, J. Mayer o D. Caruso y definida como el conjunto de habilidades que permiten el correcto uso de nuestras emociones, es decir, saber percibir, asimilar, comprender y regular nuestras propias emociones y las de los demás, para crecer emocional e intelectualmente. Algunos estudios llevados a cabo en EE.UU y basados en esta teoría, han demostrado que los estudiantes con más IE son más sanos, tienen menos ansiedad social, mejor autoestima, son capaces de solucionar sus problemas y en definitiva gozan de mayor éxito interpersonal.
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